sábado, 18 de julio de 2009

La justicia por nuestras propias manos

Cuando llegué a Paris con Londres, habían miles de jóvenes amontonados frente al Hotel Vegas. Lanzaban improperios, escupían y reclamaban. Me acerqué rápidamente a la masa. Quería saber de qué se trataba el espectáculo. DSC00652 

Me abrí paso entre todo el gentío y divise un hombre que fisgoneaba igual que yo. Ni le pregunté su nombre, sólo que me contara qué provocaba toda esta batahola:

“Un flaite le robó a una señora. No sé qué le habrá cogoteao, pero un cabro chico del Instituto Nacional lo pilló y le avisó a los demás. Entonces todos salieron detrás de él. El ladrón corrió y a la primera hueá que atinó fue a entrar al hotel que está ahí. Y ahora lo están esperando afuera. Si sale, lo van a hacer cagar”, relató el caballero.

Efectivamente, los estudiantes del Instituto Nacional querían linchar al ladrón. Alrededor de lugar, mientras los colegiales armaban tan increíble exhibición, señoras, señores, trabajadores y turistas miraban con preocupación y curiosidad; otros grababan y fotografiaban como si el mundo se fuera a acabar.

Una turista española, con una vestimenta de colores y un sombrero muy particular, gritaba desesperada, una y otra vez: “¡Llamen a los carabineros, por favor, llamen a los Carabineros!”.

Se veía angustiada, pedía ayuda como una loca, y gracias a su peculiar acento, no pasaba inadvertida. Es más, todo el grupo de estudiantes que había allí la amparaba. Comprobé entonces que ella fue la atracada.

”¡Sal ahora por maricón!” “¡Lanza conchetumare te vamo' a’ sacarte la chucha!”, exclamaban algunos jóvenes estudiantes, que no tenían entre sus posibilidades buscar salidas  diplomáticas. Yo miraba y entre el olor a mierda – pisaron excremento de perro, y lo esparcieron por todos lados– y el griterío que no cesaba, pregunté a uno de los estudiantes:

- ¿Qué pasó acá, compadre?
- Ese feo culiao le robó la cámara (fotográfica) a la señora y lo' salimo’ persiguiendo, le pegamos sus pata’ en la raja pero alcanzó a entrar al hotel. Cuando salga le vamo’ a sacar la chucha por weón. Espérate nomá'.

-
¿Y la cámara?
- No sé, compadre, no tengo idea. Calmao, mira…

DSC00655Sonó la puerta de golpe, se abrió y apareció el culpable, el provocador de todo este escándalo. Alcancé a ratificar rápidamente que era flaco y moreno, después no vi más, todos los cabros se abalanzaban en su contra.

Llovían golpes, escupos, y garabatos. Formaban onomatopeyas. Era una paliza. Era un desquite.

- "¡Deténganse! ¡Suficiente!" -gritaba un señor. Otras personas lo apoyaban.
- "¡Oye, viejo culiao, no vei’ que es un ladrón, no va a cambiar. Hay que puro pegarle!” – le contestó un joven que vestía de uniforme.
El señor le contestó:
- "¡Pero están haciendo justicia con sus propias manos! ¡Carabineros debe arreglar el asunto, no ustedes!".

El joven insistía con sus argumentos que dejaban claro que para él el delincuente era un maricón que ahora tenía lo que se merecía por haber hecho lo que hizo. Pero el señor continuaba:

- “Ustedes, en grupo, están siendo igual de maricones o peores que él por agarrarlo entre varios. Ahora ustedes son los criminales".
- "Bueno, dile a los pacos culiaos que vengan pa’ acá entonces po’ – le respondió el joven, desafiante.

Existe un repudio generalizado en contra de la delincuencia. La comunidad tiene miedo. Prefiere sentenciar antes que convertirse en víctima. Se les acabó la paciencia y la confianza por cualquier autoridad que dice combatir la criminalidad. En cambio, lo reemplazó el odio, la rabia y la venganza. Se apoderaron de cada cuerpo, de cada alma, y cualquier situación sirve para despojarse toda esa carga. ¿La ciudadanía tiene el derecho a juzgar y a hacer justicia con sus propias manos?


Cuando se logran calmar un poco las ansias, llegan Carabineros. Se escuchan las pifias en repudio por el atraso y la manera en que llegan imponiendo el orden.

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“Pacos culiaos, vienen a puro webiar, después va a salir en los diario que ellos fueron los que pillaron al flaite, cuánto te apuesto", gritó un adolescente con todas sus fuerzas a lado de un Carabinero. Éste lo fue a encarar.

¿Qué sucederá el día cuando se pierda total respeto por la autoridad?, ¿cómo se intentará imponer el orden? Soy un convencido de que el respeto se gana y no es inherente. ¿Será, quizá, que no se lo han ganado?

El vándalo yacía arrodillado en una esquina de la entrada principal del hotel. Carabineros lo esposó. Acto seguido, llegaron fuerzas especiales. Entre el tumulto se escuchaban pifias y burlas. De pronto, cuando se llevaban al ladrón, todos aplaudieron. Pero no felicitaban al trabajo de la policía. Los estudiantes orgullosos de su acto, vociferaban que fueron ellos los que hicieron justicia. Los espectadores los seguían también con las palmas. El ladrón se iba escoltado por la policía.

DSC00653Lo llevaron hasta un retén. Caminaba sin polera, sin zapatillas, moreteado y escupido. Así terminó todo. Todos los espectadores se dispersaron, y otros continuaron su rumbo.

El moreno no va a cambiar. Una golpiza y una humillación de tal envergadura no es suficiente para darle una lección... Continuará delinquiendo. Quizá, para la próxima, tendrá un poco más de cuidado. Aunque puedo asegurar que nadie tenía la intención de que el flaco cambiara. Simplemente, fue una venganza, un desquite. Fue un reclamo generalizado.

DSC00658 La gente está cansada de atropellos y abusos. No sólo de quienes con cuello y corbata - y con gran sutileza - se han venido riendo frente a nuestras caras, socavando día a día nuestros bolsillos. También de todos aquellos que violan nuestra seguridad y siembran el terror.

Me refiero a esos ladrones que aprovechan el menor descuido para arremeter con fuerza y cautela, arrebatando lo que a la gente de esfuerzo les ha costado trabajo.

Hace mucho tiempo ya que desapareció eseRobin Hood, que robaba a los ricos para entregarles a los pobres. Ahora es distinto: entre su misma gente, también vale.


lunes, 13 de julio de 2009

El fútbol: ¿Pasión de multitudes?

Tras el triunfo de la Universidad de Chile los resultados, según la prensa, fueron 245 detenidos, un joven apuñalado, dos farmacias saqueadas y dos bancos dañados.

formadevidsa ¿Por qué morir por la camiseta? ¿Qué representa una camiseta? ¿Qué es un equipo de fútbol? ¿Existen límites claros que marquen la diferencia entre la diversión o la pasión, al fanatismo y la locura?

Vemos una familia que llega tranquilamente al estadio para hacer barra al equipo de sus amores. Es el gran clásico y no pueden dejar de alentar a la camiseta que han traspasado por la familia de generación tras generación.
Cambiarla por otra sería casi como un crimen.

Cuando comienza el partido, están todos expectantes. Reclaman entre ellos el mal desempeño de algunos jugadores, pero alaban las jugadas de las estrellas del equipo. Todos comentan y no falta el que hace callar. Gritan sus goles, se abrazan entre ellos, y reprochan los puntos en contra. Pero, en el fondo, están felices.

Vemos, por otro lado, hinchas competir a muerte por un equipo. Se toman las micros, rompen lo que haya a su paso, sacan la madre al adversario. Protagonizan discusiones vanas y ridículas como si el futuro del país estuviera en juego y en la mayoría de los casos desencadenan en peleas callejeras.

Voh’ soy pura moda”, discuten algunos, cuando no han pasado más de cinco años desde que formar parte de una escuadra se ha transformado en la verdadera manía del momento. Adolescentes y sobre todo mujeres que dicen jurar amor eterno por el único ocio que alimenta sus indolentes vidas. Porque no tienen otra forma de gastar su tiempo.

Y así llegan al estadio en patota, siempre en grupos grandes, y, por si fuera poco, esto es sólo el comienzo. Es la previa antes de llegar al match. Es el fanatismo personificado.

CHILE NO ES UN PAÍS FUTBOLIZADO

Es verdad, Chile no es un país “futbolizado”. El fútbol, simplemente, es el único pasatiempo que existe. El deporte, en su concepto más amplio, no existe en nuestro país y, lamentablemente, el balón pie se lleva todos los créditos. Pero hay que ser objetivo, no puedo soslayar ni negar que el fútbol, desde su lado amigable, sí funciona para unir a un pueblo entero.

Es increíble ver cómo un país tan dividido sólo por ver jugar a la Selección Chilena crea un ambiente expectante. Aflora el patriotismo, se arman las típicas juntas de amigos y familiares frente a un televisor, se adelanta la jornada laboral y Chile se convierte en uno sólo. Todo eso por sólo 90 minutos, y en un abrir y cerrar de ojos el fútbol desaparece y vuelven a quedar de pie los fanáticos.

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LA HINCHADA Y SU PASIÓN; EL JUGADOR Y SU DINERO; LA INSTITUCIÓN Y SU NEGOCIO.

Pero el cuento con las hinchadas es muy distinto. Esta moda, como la mayoría de las que existen hoy en día, fomenta la división, la exclusión y la violencia. Si a esto le sumamos el fanatismo desmedido, el ocio y la mediocridad, llegamos a extremos desequilibrados que ni siquiera los mismos hinchas, como verdaderos animales irracionales, son capaces de entender.

Por ejemplo, no es normal defender un equipo de fútbol con el mismo fervor con el que defenderíamos nuestras propias vidas. Existen diferencias sustanciales que no vale la pena mencionar.

“Mañana jugamos contra las zorras, tenemos que puro pitiarlas”. “¡Madres culiás son terrible amarillas!”. “Mi equipo lo llevo en el corazón compadre, ustedes son pura moda, tai’ vio”.

¿En qué se ha convertido el único deporte que existe en nuestro país? ¿Eso es fútbol? Es inconcebible pensar que un grupo de personas “den la vida” o “mueran” por un equipo que, en esencia, está constituido por seres humanos con un trabajo como cualquier otro ciudadano.

Y como en cualquier trabajo, existe una retribución –que no es poca- y que si no va de acuerdo a las exigencias del jugador se termina un contrato y con ello el ‘amor’ del jugador al equipo por el que jugaba. A fin de cuentas, el profesional, más que por la camiseta lo mueve el dinero.

El fútbol en nuestro país y en el mundo entero, al igual que la música, el cine, la tecnología y los medios masivos –sólo por nombrar algunos afectados, digo afectados porque es una lástima que todo se transforme de acuerdo a la lógica del mercado– se han convertido en una gran máquina comercial. Todo genera dinero, y el dinero mueve las masas, las conciencias y los corazones de muchos aficionados.

El futbol es un negocio más que a través de la estrategia publicitaria busca generar adeptos. Salvo las alegrías de algunos y las rabias de otros, los beneficios al país son nulos: no aumenta el empleo, no se eleva el nivel de la educación, ni mejora salud. Todo sigue igual.

Una empresa como el fútbol busca hacer creer a los aficionados que ellos forman parte de los logros de todo un equipo, que nada de lo bueno sucedería si ellos no estuvieran. Y más, cuando gana el equipo ganan todos sus seguidores también, sin importar que la supuesta ‘ganancia’ no se aprecie por ningún
hinchadavilentalado.

¿QUÉ ES DEL FÚTBOL SIN EL HINCHA?

El fútbol sin ese tipo que dice ser hincha, pero que en realidad es un fanático perturbado, ocioso, indolente e ignorante, sería mucho mejor.

¿De qué nutre la pasión por el futbol? De energías, está claro que sí. Pero de nada sirve tener tantas energías para malgastarlas desquitando la rabia tras una derrota.  De nada sirve armar un campo de batalla donde la posibilidad de cobrar vidas humanas ya ha sido, más de una vez, una trágica realidad.

Las “barras bravas”, los “fanáticos” o “extremistas” se han tomado el fútbol: deporte de multitudes. No han aceptado que todo esto es un juego y quieren formar parte de una victoria de la que no son parte. El tiempo malgastado, el ocio, la ignorancia, la violencia, son algunos factores importante que han coartado la posibilidad de que cualquier familia vaya al estadio a ver a su equipo favorito.

Las hinchadas bravas han transformado el balompié, el único deporte que tenemos en nuestro país, (respetando, obviamente, a los miles de deportistas que existen en Chile) en un deporte de mediocres, holgazanes y retrógradas.

sábado, 11 de julio de 2009

Infórmate, edúcate, lee: Abre los ojos

“La vida es como un paseo en un parque de diversiones. Cuando te subes piensas que es real porque así de poderosas son nuestras mentes. El paseo sube y baja, da vueltas, tiene emociones, sustos y es coloreado con luces…. Es muy ruidoso y divertido, por un rato. Algunos han estado en él por mucho tiempo y empiezan a preguntarse ‘¿Esto es real o es sólo un paseo?’ y otras personas han recordado y nos han dicho ‘oye, no te preocupes, no temas nunca, esto es sólo un paseo’, y las hemos matado. Es sólo un paseo… pero siempre matamos a esos tipos buenos que tratan de decirnos eso, ¿lo has notado?… y siempre dejamos a los demonios que sigan libres.       
                                                    Bill Hicks, comediante norteamericano

  
1133285364_e021c397f4_mQué difícil se torna la vida cuando pensamos que nada es como parece. Que somos un simple punto dentro de millones, una idea dentro de mil pensamientos, o la nada dentro de un todo. Dicen que mientras más aprendes más te defraudas del mundo. Que una vez abras los ojos nunca más volverás a cerrarlos.

Basta tomar un libro y leer. Apagar la tele, salir de casa, caminar, escuchar y aprender -y no hacen falta décadas de estudio- para decir: “Aquí algo no anda bien.

Existen mucha gente que no quiere entender y colmados de inercia y desidia prefieren dejar todo tal como está. Por indiferencia, costumbre o, simplemente, porque les conviene. Pero de paso ayudan a ellos. Me refiero a aquellas personas que luchan desesperadamente para que todo siga igual, porque ellos de verdad no quieren cambios. El sistema actual les mantiene cómodos, por el momento. Como mucho, aceptan algunas modificaciones al sistema, pero que sólo pintarrajean la punta del iceberg.

La historia se ha encargado de demostrar lo que sucede cuando se lucha por cambios verdaderos. Es decir, cambios que modifiquen el sistema actual. Basta con ver cómo los peses gordos mueven sus títeres para mantener todo tal cual esta, sin importar las consecuencias ni el costo que eso conlleve.

Los medios masivos, en tanto, intentan denunciar las injusticias de nuestro país, pero sólo con una oposición “discreta” frente al gobierno. Alertando sobre problemas superficiales, que no se afecten a los magnates del poder. Porque ellos gozan de privilegios y atribuciones que sólo acceden por tener una cuenta abultada de dinero, y nada más. Porque son puro número y su mente no les alcanza más que para cálculos superfluos.

Ellos son los poderosos que satisfacen sus ansias a costa de las penas y desgracias de todo un pueblo, de una ciudad, de un país, de un continente, del mundo entero. Hombres con dinero que impunemente continúan coludidos mediante pactos, sociedades secretas y reuniones, discutiendo entre cuatro paredes el destino de todo un pueblo. Ellos son los protagonistas de esta comedia. Y como en toda comedia, la tragedia es inevitable.

LA DECADENCIA DEL PODER

El poder se gana a través  de distintas posibilidades. Del respeto, del miedo, del apellido o el dinero. El respeto, por su parte, se adquiere a través de la admiración, de la fascinación hacia el “bien” o el “mal”. El miedo, a través de las armas o el terrorismo. El apellido, por la familia aristocrática o extranjera. O sencillamente a través del dinero, que en el mayor de los casos se adquiere mediante estafas, engaños, colusiones y, en el peor de los casos, cuesta vidas.

Así funciona el poder. Las mentiras van y vienen, y, como Pedro por su casa,  transitan con el emblema de la democracia.

No soy pesimista ni tengo mala fe, pero existen pruebas suficientes para condenar a muerte a todos aquellos que permiten que existan injusticias e inequidades flagrantes. A los verdaderos dirigentes de nuestro país.

La economía, está controlada por los empresarios de Harvard de siempre. La política, por la descendencia de las mismas familias que han venido gobernando el país en los últimos 30 años, los mismos partidos y los mismos votantes de siempre. La cultura y los medios de comunicación, controlados por un grupo que es posible contar con los dedos de las manos.informate d vdd

El panorama de hoy no es muy alentador. Vimos como un Gobierno que dice ser democrático defraudó su oportunidad para ser recordado como el que terminó como una dictadura y como el mejor gobierno de todos los tiempos.

En cambio, le dio la mano a la derecha y por debajo de la mesa hubo tratos y arreglines. Y ahora la oposición carga con el anhelo que por años a tratado de concretar: llegar a La Moneda.

No estando conforme con el poder económico, quieren llegar a abultar el poder político y están cada vez más cerca de obtenerlo… Ahora no queda más a ver que pasa en un próximo gobierno.

lunes, 6 de julio de 2009

De hocico al suelo… y todavía no aprendo

Habrán sido una, dos, tres o hasta cuatro veces que, luego de una jornada de jolgorio, risas y alcohol, he terminado arreglando cuentas con el suelo. Tanto así, que debo tratar con él cara a “tierra”; y ahora, esperar unos días para que se me deshinche y cicatrice la herida, una mancha café que me quedó debajo de mi ojo derecho.

Recuerdo que la primera vez fue una mañana, después del carrete. Caminaba con mis amigos de vuelta a casa. Todo iba perfecto, hasta que -entre risas y juegos de manos (“son de villanos”)- desafié a Nicolás a un round estilo boxeo. Aceptó. El cuadrilátero era toda la calle; y el arbitro, nosotros.

Las consecuencias fueron dignas de una pelea de machos. Quedé con mi ojo morado y Nicolás con su brazo rasmillado. La peor parte me la llevé yo que tuve contar una verdad que a ojos de mis padres parecía un cuento que inventaba para encubrir una pelea, un asalto a mano armada, o  una locura de borracho.

Esto no terminaría así como así. Yo estaba dispuesto a dar una revancha, pues no quería aceptar mi derrota. Volví a retar a un duelo cara a cara y volvimos a convertir las calles en un ring de lucha. Ésta vez mi cara no quedó hinchada ni adolorida, sólo una mancha negra debajo de mi ojo que delataba un derechazo, directo al ojo, sin mucha fuerza. A Nicolás simplemente le quedó un rasmillón, con sangre, feo, pero en el brazo; a mí, en cambio, en la cara.

Tuve que volver pagar las consecuencias. Conté a mi madre la anécdota y, como lo esperaba, fue una verdad cuestionada. ¿Quién me iba a creer? Peor aún, tuve que volver a la pega y atender a los clientes con un ojo moreteado. Probé con base, pero sólo duraba un rato. Después me comprometí con Nicolás: no volveríamos a pelear. Quedamos en eso, nos desquitaríamos de otra manera. Si después de todo las peleas no eran más que una forma de soltar tensiones, y vaya que servía.

Hasta el día de hoy creía que nada parecido volvería a suceder. No más peleas ni juegos tontos; sólo conversas, risas y nada más allá. Era de mañana, camino a casa. Sí, estábamos ebrios; ebrios y felices. De repente, siento un peso -que mi cuerpo no fue capaz de soportar- tan repentino, que mis piernas se desplomaron, mis manos no sé dónde quedaron, y lo primero en interceptar con la superficie fue mi cabeza. Fuerte y directo. ¡Dolor!

Fue Jano. Saltó sobre mí. Pobre huevón que creyó que lo sostendría. Ni me avisó siquiera para estar preparado. Al principio, fue motivo de chiste. Apenas sentí una hinchazón, corrí hasta el espejo de un auto y miré mi rostro. Era lo que esperaba. De vuelta a lo mismo: “Mamá, es que hueviando con los chiquillos me saqué la chucha…”. Otro cuento para mis padres, otra borrachera más, otro “este cabro está perdido”.

En fin, habrá que esperar a que mi ojo vuelva a la normalidad para cobrar parte. Espero que la próxima vez sea yo el que salte arriba de alguno; espero ser yo el que ría, y ser el que aprenda de una vez por todas la lección, que ya estoy cansado de llegar a acuerdos con el suelo si, finalmente, quedan en nada.