martes, 22 de junio de 2010

La suerte de quien se corta el pelo

imageDicen que Sansón tenía una fuerza extraordinaria e inalcanzable para el común de todos los hombres. Que fue capas de vencer a un león con sus propias manos, acabar con todo un ejército con sólo una mandíbula de burro, y derribar un edificio. Lo más impresionante es que el origen de su fuerza provenía de su larga cabellera. Si se lo cortaba, perdía el vigor para luchar contra sus enemigos.

Fueron tres largos años que dejé crecer mi pelo. Lo cuidé y le tomé cariño. Alcanzó a medir entre 35 a 40 centímetros de largo. Era ondulado y lo llevaba siempre amarrado. Me acostumbré a él. Era una chascón, medio hippiento, medio desordenado, pero feliz. Y de un momento a otro, me aburrí. 

A pesar de reflexionar por un largo período de tiempo, no llegué a ninguna conclusión; le hice caso a mis impulsos, y me corté el pelo.

Ahora está muy corto. No tanto como algunos quisieran, ni tan largo como otros esperarían, pero no estoy para dar en el gusto a nadie. Lo que sí, retrocedí un par de años. Digamos que ya no represento 24 años, sino que los 20 que tengo.

No sé de dónde provendrá ese afán que he tenido desde chico por llevar el pelo largo. Recuerdo que fue uimagena lucha que duró al menos ocho de los 12 años permanecí en el colegio. Los inspectores siempre me castigaban por lo mismo. Cortarme el pelo era mi trauma durante aquellos años. Lo peor era enfrentar a mis compañeros con el pelo recién tijereteado, y que todos notaran el cambio y se burlaran de mí.

Me acuerdo que prefería quedarme encerrado en la sala de clases, al menos una semana, hasta que el pelo se “normalizara” (en otras palabras, no me viera tan estúpido), antes que exhibir mi nuevo look en el patio en pleno recreo, aún cuando todos me mintieran diciéndome que me veía excelente.

Esta vez no fue tan diferente a las anteriores. Me molestaron en la pega, en la U, y en la familia, por lo poco. Ahora me siento como el personaje de la historia que relaté al principio. Siento como que perdí fuerzas, pero no tantas como para no seguir de pie.

Claro, el pelo crece. Ese es mi único consuelo. Guardé una trenza de cuarenta centímetros de extensión como recuerdo de esa larga cabellera que alguna vez tuve, y que no sé si volveré a ver. La llevo conmigo. Quién sabe, quizá tenga suerte y me conceda la fuerza del personaje de la mitología hebrea.

miércoles, 2 de junio de 2010

El celibato, una cuestión de poder

La mayoría de los sacerdotes han aceptado la ley del celibato por la fuerza más que por voluntad propia. Esta ley es una cuestión de control, abuso de poder y economía, dice Pepe Rodríguez en su libro La vida sexual del clero.

imageUn sacerdote célibe es mucho más barato de mantener que otro que pudiese formar una familia, pues la institución debiera triplicar, al menos, el salario actual del cura para que pudiese mantener dignamente a su familia. Así que, cuando oímos a la jerarquía católica rechazar la posibilidad de que los sacerdotes contraigan matrimonio, lo que estamos oyendo, fundamentalmente, es la negativa a multiplicar por tres su presupuesto de gastos de personal.

Bastaría con que la Iglesia permitiese que sus trabajadores, aparte de ejercer el sacerdocio, se ganaran la vida con una profesión civil. Pero la Iglesia con su pensamiento egoísta y equivocado se cierra a cualquier posibilidad similar, pues cree firmemente que aquel que trabaje en otra labor rendirá menos para su institución y por tanto repercutirá desfavorablemente en su sumisión. 

En la encíclica Sacerdotalis Coelibatus de 1967, el Papa Paulo VI dice que el motivo verdadero del celibato consagrado es la elección de una relación más personal, íntima y completa con el misterio de Cristo y de la Iglesia, por el bien de toda la humanidad.

image

Todos sabemos que eso no es así. Se ha demostrado que los sacerdotes que tienen una familia e hijos –hay muchísimos casos –son seres felices, independientes y plenos, que pueden ejercer igual o incluso mejor que cualquier otro sacerdote que vive en condiciones completamente opuestas. Pero la Iglesia prefiere contar con sacerdotes sumisos, serviles y dependientes de la jerarquía.

Un sacerdote que viola la ley del celibato se transforma en una oportunidad de ser acusado ante la jerarquía eclesiástica por los “delatores de los vicios ajenos”, aumentando su inseguridad y nerviosismo. A esto se suma otra cantidad importante de sacerdotes que comienzan a tener frustraciones debido a las carencias afectivo sexuales, generando sentimientos de culpa que los convierten en seres más fáciles de manipular, gobernar y explotar.

Los sacerdotes, en su mayoría, son seres inmaduros y dependientes, que viven sumergidos en el dilema de dejar o no la institución católica. El problema radica en que gran parte de ellos no tienen oportunidades para sustentarse económicamente fuera de la Iglesia, pues no conocen una vida distinta a la que llevan ni tienen otra profesión para ejercer.

la vida sexual del clero

Pepe Rodríguez está completamente en lo cierto cuando dice en su libro que “la dependencia y el sentimiento de culpabilidad reportan siempre buenos dividendos a los gestores de las reglas del juego”.

La Iglesia sabe perfectamente que puede sacar muchísima más rentabilidad a cien curas sometidos al celibato por la fuerza que a trescientos casados, independientes, y con más preocupaciones que las de estar sumidos en problemas sicológicos y sociales causados por la ley del celibato obligatorio. Eso es sólo una parte de esta triste realidad.

*Pepe Rodríguez, “La vida sexual del Clero”: La ley del celibato obligatorio católico: una cuestión de control, abuso de poder y economía.

El celibato: Una cuestión sin fundamento

A propósito de la controversia generada por las denuncias interpuestas en contra de los sacerdotes que abusaban sexualmente de sus feligreses, y porque no puedo pasar por alto el tema, quiero aprovechar el momento –antes de que quede fuera de la Agenda Setting –para advertir que la ley del celibato obligatorio es una cuestión absurda, injusta y sin fundamentos religiosos.

image

Lo anterior no es por una tincada ni mucho menos para lanzar una acusación al  boleo. El celibato comenzó como una opción meramente personal para acercarse a Dios, que sólo seguían algunos sacerdotes dispuestos a enfrentar un desafío que por cierto significaba un gran sacrificio mental y espiritual. Pero con el paso del tiempo la Iglesia tergiversó esta idea y pasó a considerarla como un derecho divino y, por tanto, obligatorio. Allí comenzó el problema.

Los estudiosos son muy claros al señalar que no existe la menor base evangélica para imponer el celibato obligatorio al clero. Los mismos sacerdotes, principales afectados por esta ley abusiva e injusta, admiten que la Iglesia no tiene una respuesta concreta y fundamentada para explicar su obligatoriedad.

El Clero, como siempre ha ocurrido, ha interpretado la Biblia a su manera, de acuerdo sus propios intereses y imagebeneficios. Con la ley del celibato no fue la excepción. Pepe Rodriguez en su libro “La vida sexual del Clero” dice que en los versículos 19, 10 del Evangelio de San Mateo, precisamente en la frase que Jesús afirma que “no todos pueden con eso” y “el que pueda con eso que lo haga”, se refiere al matrimonio y no al celibato como da a entender la Iglesia Católica. La pretendida exaltación del celibato se debe a una interpretación errónea originada por una traducción incorrecta del texto griego al escribir su versión latina.

Los Concilios, aquellas juntas entre obispos y eclesiásticos para decidir sobre las materias de dogmas y disciplina, aumentaron en su afán por hacer del celibato una obligatoriedad, pero sin lograr que buena parte del clero dejase de tener concubinas. No fue hasta el Concilio de Letrán, el año 1123, cuando el Papa Calixto II condenó la vida en pareja de los sacerdotes e impuso el celibato obligatorio. Posteriormente, en el Concilio de Trento (1545-1563) el Papa Paulo III prohibió explícitamente que la Iglesia pudiese ordenar a varones casados. Y hasta el día de hoy esta regla se ha mantenido.

image

Así mismo, de forma lenta y cuidadosa, la Iglesia cambió la procedencia “divina” de sus instituciones organizativas, como el episcopado, el presbiterado y el diaconado, a una “mera cuestión estructural que devino costumbre”.

La Iglesia Católica ha cometido varias interpretaciones erróneas del Evangelio. Como quedará expuesto en un próximo relato, el Clero ha “caído” en dichos errores no específicamente por la ignorancia y la casualidad, sino más bien por la malicia y el cinismo. La ley del celibato obligatorio es una herramienta más que la Iglesia ha utilizado para asegurar su poder económico y el control al interior de la jerarquía eclesiástica.

*Pepe Rodríguez, “La vida sexual del Clero”: De cómo la Iglesia Católica malinterpretó de forma interesada el Nuevo Testamento para poder imponer su voluntad absoluta sobre el pueblo y el clero. p.53.